Yin y Yang: el camino o Tao del Universo...
En un principio existió el Uno. Como manifestación de la unidad primordial del universo, es el principio básico y latente desde el cual surge la primera división o espacio dual. En el Libro de los Cambios o I Ching, el uno es representado por una línea. Cada aspecto que consideremos está contenido en ella; es el fundamento de todo lo que existe. Sin embargo, esta simple línea o expresión mínima de las energías vitales que inundan al universo, al cruzar el espacio, lo divide, generando un mundo de opuestos: el espacio comienza a dividirse en un arriba y un abajo, una derecha y una izquierda, un delante y un atrás, un presente y un futuro.
A través del tiempo, las correspondencias y contradicciones entre estos aspectos polares se realizan de forma continua. A partir de la transformación de estos dos tipos de energía, Yin y Yang, se estructura finalmente la existencia tal y como la conocemos hoy en día: un permanente fluir de acontecimientos, un cambio o transición constante de un estado a otro.
Yin, en su significado primordial, es el lado de la sombra de la montaña, es lo nublado, lo velado. Yang significa algo luminoso, claro. En el Libro de los Cambios las dos expresiones designan estados cambiantes del Ser: lo positivo y lo negativo, lo primario y lo secundario, lo masculino y lo femenino, lo creativo y lo receptivo, la captación y la emisión, lo oscuro y lo claro, lo firme y lo blando, lo fuerte y lo débil.
Yin y Yang son aspectos polares interdependientes que representan la unidad esencial de la vida (Tao). Son una polaridad dinámica, complementaria y armónica: el sentido de la sombra lo hallamos en la luz existente, lo esencial de la luz es que disipa la oscuridad; expandirse es abandonar un estado de contracción, etc. El significado de cualquier aspecto deviene entonces de la relación o equilibrio con su opuesto complementario.
Todo aquello que sucede en lo visible es sólo la réplica de una idea que mora en lo invisible. Existe una identidad estructural entre el mundo manifestado y el no manifestado, entre el macrocosmos y el microcosmos, entre el alma y el acontecimiento del momento.
El hombre como microcosmos es gobernado por las mismas leyes y tendencias que imperan en el universo. Es así como participa del sentido del acontecimiento cósmico (Tao). Cabe recordar que según el taoísmo, la naturaleza no tiene siempre un fin o propósito en sí misma, pero sí posee una fuerza intrínseca que la gobierna y le da forma: así como las trayectorias de los astros están regidas por una ley cósmica, esta misma ley impera también para el hombre individual.
En consecuencia, la experiencia de sí mismo eleva al hombre a la experiencia del universo y de la vida en general. De esta manera, la finalidad de la vida de cada individuo es encontrar su propio acercamiento al ritmo del mundo natural, seguir el camino (Tao) del universo. Sólo así se podrá decir que las fuerzas estructurantes del universo y las energías formativas del hombre están en correspondencia.
El principio de la circularidad (pensamiento oriental), a diferencia del principio de causalidad lineal (pensamiento occidental), parte del supuesto básico de que todos los acontecimientos de un determinado momento están relacionados entre sí. A pesar de que no se divise ninguna relación directa (causa) entre acontecimientos, éstos forman sin embargo una extensa unidad (círculo), donde imperan una ley y un sentido. Es así como aquel que comprende el sentido de una particular situación en relación a una cadena de acontecimientos paralelos, será capaz de reconstruir, a partir de lo captado, la totalidad de un instante …